¿𝐐𝐮𝐞́ 𝐥𝐞 𝐩𝐚𝐬𝐨́ 𝐚𝐥 𝐦𝐢́𝐭𝐢𝐜𝐨 𝐥𝐢𝐜𝐞𝐨 𝟑𝟖?

By on 9 junio, 2025

N del D.; Hemos estimado conveniente, por su contenido muy de actualidad, publicar este texto publicado por el autor en su cuenta facebook.

Por Eduardo Bastías.

Les comparto un extracto de una columna que escribí las primeras semanas de abril, mucho más extensa, mucho más tediosa tal vez, no publicada en ninguna parte, pero dados algunos hechos acontecidos la semana pasada, le comparto dos fragmentos de esta, para la discusión y análisis de este frío día lunes. Leo sus comentarios.

¿𝐐𝐮𝐞́ 𝐥𝐞 𝐩𝐚𝐬𝐨́ 𝐚𝐥 𝐦𝐢́𝐭𝐢𝐜𝐨 𝐥𝐢𝐜𝐞𝐨 𝟑𝟖?

[…] Desde 1995 año tras año nuestros estudiantes son «medidos» (y coloco comillas porque podemos —o no— estar de acuerdo con estos sistemas de medición estandarizados, al igual que con la PAES, pero nos brindan datos relevantes para generar análisis y adecuaciones en las instituciones; mediciones, al fin y al cabo), y recuerdo con cierta claridad cuando me tocó rendir el SIMCE en cuarto básico. El nerviosismo invadía mi cuerpo, pues nos habían advertido que de nosotros dependía el nivel de nuestro establecimiento (no entendía cómo mis resultados podrían impactar tanto; claro, tenía 9 o 10 años). Además, nos dijeron que no sería nuestra profesora quien tomaría la prueba, sino otra persona que no conocíamos, lo cual resultó ser no tan cierto, porque fue una vecina que veía con regularidad en una panadería de mi población.

Años más tarde rendí la prueba en segundo medio, en mi querido Liceo Padre Alberto Hurtado (no era Bicentenario por esos años, más bien conocido como “el 38”), y en ese entonces el nerviosismo ya no lo veía en mí, sino en los incansables profesores. Claramente, ya más grande y empático, comprendí que la prueba no solo se trataba de nosotros o de mi resultado personal, sino del grupo, del nosotros, de la institución, de la ciudad.

[…] Cuando mi generación rindió la prueba aquel 2008, recuerdo con claridad las páginas del diario local destacando el rendimiento de ese año: 268 puntos en ambas pruebas daban la sorpresa para un establecimiento público. Las felicitaciones iban y venían. Pero eso no sería nada comparado con 2010, donde los jóvenes promediaron 269 y 282 en lectura y matemáticas, respectivamente. Las noticias buenas seguirían llegando: en 2012, los estudiantes obtenían 284 y 282 puntos. En 2013, se alcanzaron 291 en lectura y 282 en matemáticas. Un rendimiento que mostraba crecimiento sostenido y que hacía proyectar que, 10 años después, el establecimiento podría estar en la élite de los colegios públicos (o incluso entre los privados), superando holgadamente los 300 puntos. Sin embargo, la realidad es otra: hoy los resultados son más bajos que en 2008 y la pregunta que cae de cajón es: ¿qué nos pasó?

La reflexión es larga, áspera y compleja, pero hay que comenzar a hacerla, y luego hacer las innovaciones que correspondan. Porque, como decía Mafalda en una famosa viñeta: “De tanto ahorrar en educación, nos hemos hecho millonarios en ignorancia”. Y la experiencia muestra que siguen teniendo mejor rendimiento los grupos socioeconómicos más altos sobre el resto de la población escolar. Esto, porque cuentan con mejores condiciones de infraestructura física, humana y cultural. Las familias debemos dar un giro en la mentalidad: los colegios deben dejar de ser guarderías y convertirse en espacios para el saber (en su amplitud) y el pensamiento. Hay que mirar el futuro con inteligencia o estaremos teniendo pan para hoy y hambre para mañana (y tal vez ese mañana es ya hoy).

A los 𝘱𝘳𝘰𝘧𝘦𝘴 – y a los asistentes de la educación – debemos cuidarlos y debemos encargarles la mera tarea de enseñar con cariño y dedicación, pues hoy cargan mochilas que no les corresponden. Lidian con problemas que escapan de sus facultades, y aun así se presentan gallardos e íntegros a cumplir su labor con esmero y profesionalismo, a pesar de las profundas carencias con las que deben convivir día a día, mes a mes y año tras año.

Finalmente, creo que las municipalidades se farrearon (y destruyeron) la educación pública, a costa de pagar favores políticos, del amiguismo, de la pedantería, la poca visión, el egoísmo y las graves falencias en gestión y administración pública. Los Servicios Locales de Educación Pública (SLEP) poco a poco se irán haciendo cargo de los establecimientos (que, por lo demás, mostraron mejor rendimiento en el SIMCE en comparación con sus pares municipales), y espero que las comunidades educativas vean un renacer en su formación pre-básica, básica y media. Sin embargo, quedarán impunes quienes, con dolo y sinvergüenzura, catapultaron el futuro de cientos de estudiantes y familias hacia una preparación insuficiente y precaria para sus vidas.

Nota final: La semana pasada cuando vi a los profesores y asistentes de la educación movilizados (y debiesen ser las comunidades enteras, pues en el fondo lo están haciendo por los más jóvenes de las familias de la comuna), me pregunté ¿qué hicieron con el rumbo que estaba tomando nuestro emblemático liceo? o más allá aún ¿qué le hicieron a uno de los bienes más preciados en el curso de vida de una persona? ¿por qué nuestros colegios apenas tienen para hojas o útiles de aseo? La pena, la rabia y el dolor me embarga, pero poco más puedo hacer que gritar a través de estas escuetas líneas.

Todas las reacciones:

17Tipa Araneda, Paula Bastías y 15 personas más

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