Educación, precariedad y violencia: Cuando lo urgente aplasta lo importante

By on 19 abril, 2025

Por Bernardo Contreras, Psicólogo

Se habla mucho de educación en Loncoche, pero poco de lo que se dice resulta positivo. Porque cuando se habla, no es para celebrar avances o sueños cumplidos, sino para lamentar una nueva crisis que se desata. Hoy, en mi posición de ciudadano de la comuna, quisiera compartir una humilde reflexión.

¿Dónde apunta la educación en Loncoche? ¿Cómo responde a la pregunta quiénes somos y quiénes queremos ser cada vez que se actualiza un proyecto educativo en una comunidad escolar? y, ¿Se está trabajando para cumplir los objetivos panificados o solo se está actuando de forma reaccionaria ante cada problema o crisis que se desencadena y que se filtra en noticiarios o redes sociales?

Estas preguntas duelen, sobre todo porque hoy, en pleno 2025, la conversación ya no gira en torno a aprendizajes, logros académicos o desarrollo integral. Hoy se habla de falta de recursos, de desfalcos, de auditorías que buscan explicaciones, pero no soluciones. Es decir, estamos hundidos en cómo sacar adelante lo básico, cómo lograr salvar el año con los recursos que hay para intentar cumplir con condiciones mínimas. No están los tiempos para pensar en cosas grandes, y no por falta de mérito de profesores, estudiantes o comunidades educativas, sino, netamente porque no hay financiamiento ni condiciones suficientes. Los apoderados no preguntan por el proyecto educativo, sino por cosas tan elementales como si este invierno habrá leña para calentar las salas, si habrá bus de acercamiento para el invierno, si aparecerá finalmente el profesor que aún no ha sido contratado. De educación rural, ni hablar. Apoderados que relatan despidos de profesores, que ven mermado el proceso educativo de sus hijos. Así estamos y probablemente, aunque duela, así estaremos durante este año.

Ah, pero que no se nos olvide, se filtró un video de estudiantes peleando, un hecho violento que no podemos dejar pasar, normalizar ni justificarlo, pero si, podemos aplicar un enfoque comprensivo que nos expliqué los por qué y sobre todo, nos diga el “cómo”: Cómo erradicar la violencia, cómo abordar la crisis de salud mental, cómo construir comunidades saludables que reduzcan este problema. No basta con informar mediante comunicados sobre las leyes de responsabilidad penal, eso está claro, también tenemos derecho a saber qué se ha hecho y qué se hará.

Vamos con un ejemplo práctico, si nos damos una vuelta por el estadio el fin de semana, donde justamente se filtraron también unos cuántos vídeos de agresiones y amenazas, frente a niños, niñas y adolescentes. Ahí, es donde debemos ser majaderos en recordar que los adultos somos inevitablemente el ejemplo de lo que cada niño o niña considerará adecuado, normal o bueno, sean sus hijos, los míos o los de un otro.

Por tanto, si mi actuar como adulto va en la línea del maltrato, de los insultos, golpes o amenazas, cualquier intento de una institución educativa o proteccional que promueva un mensaje de no violencia quedará inerte, por más que la ley lo sancione.

Y así volvemos al centro de todo esto: La educación es el conjunto de enseñanzas y aprendizajes que se obtienen en el hogar, la escuela y la comunidad, deben ir de la mano para que los resultados esperados sean favorables. Si uno falla, los otros se desestabilizan. Por lo mismo, debemos cuidarlos, protegerlos y trabajar desde un interés real para que se produzcan los cambios y se obtengan los objetivos deseados. Y por lo mismo, las autoridades tienen el deber de garantizar las condiciones para ello, y aquí, claramente, el foco se perdió. Porque la crisis financiera y administrativa desencadena una serie de perjuicios a las comunidades educativas. Dañan al alumnado, que son el propósito real y auténtico de todo esto, dañan al profesorado, que son, junto a los asistentes de la educación quienes sostienen de forma directa los procesos educativos. Dañan el prestigio, los logros académicos y la salud mental de las personas. Por eso, más que nunca, debemos proteger lo que aún resiste, y reconstruir lo que se ha roto. Y eso parte por una convicción firme: la educación importa. No puede seguir siendo la última prioridad del presupuesto, ni el primer lugar donde se hacen recortes. Cuando no hay recursos suficientes para una clase, cuando no hay leña para el invierno, cuando se cierran talleres extraprogramáticos, cuando hay docentes haciendo lo imposible con lo mínimo, el sistema deja de ser justo, deja de ser digno. Y entonces nos empezamos a preocupar de los jóvenes solo cuando los vemos explotar, y no cuando necesitaron ser escuchados, contenidos o acompañados.

Las interrogantes finales son simples, pero no menos profundas, ¿nos haremos cargo? ¿Exigiremos a quienes deben responder que lo hagan? ¿O simplemente reenviamos el video por WhatsApp, fingimos sorpresa y seguimos con nuestra vida?

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