No es rabia, es TRISTEZA

Por Claudio Arévalo, Periodista, Licenciado en Historia
A veces uno se cansa de ser hombre (en el sentido humano) debido a tanta tropelía y a un ambiente demasiado tóxico y violento. La batalla campal que se desató en las graderías del estadio de Avellaneda en Argentina no da ni siquiera para enojarse; entristece, duele en el corazón, pues demuestra el retroceso reptiliano al que hemos llegado como sociedad.
Las imágenes de niños cayendo desmayados producto de golpes, ciudadanos chilenos apuñalados, otro lanzándose al vacío, dejan a la vista de todos nosotros un comportamiento animalesco que pensábamos ya erradicado.
En la historia humana se supone que las guerras, las dictaduras, los exterminios y la segregación nos habían enseñado algo; sin embargo, lo visto en Argentina dice lo contrario. No se agrede a un contrario, se golpea a un ser humano, a un hermano latinoamericano. Somos de la Patria Grande y nada justifica esta vejación.
A quienes somos hinchas del fútbol nos duele el alma porque estos golpes dan en el corazón de todos; da lo mismo la camiseta. Somos seres humanos que seguimos en esta senda de la autodestrucción y la pregunta es: ¿hasta cuándo?
En Argentina, el fútbol y Latinoamérica sufrieron una tragedia de proporciones, incomprensible y horrorosa. Lo peor que le puede pasar al fútbol, hoy en manos de mercenarios que sólo agrandan sus bolsillos gracias al pueblo fiel a los colores de su equipo.
Hoy Chile está dolido porque este daño lo ven y lo sufren los que aman el deporte más hermoso del mundo: el fútbol!
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