OPINIÓN: Predicar con ejemplo, también es excelencia
Por Hugo Sanhueza Jara
Estudiante de 4º medio liceo Bicentenario Padre Alberto Hurtado
Soy estudiante de cuarto medio del Liceo Bicentenario Padre Alberto Hurtado Cruchaga, un establecimiento que se auto define como “de excelencia”. Llevo más de tres años siendo parte de esta comunidad educativa, tiempo suficiente para observar ciertas contradicciones que, como estudiante, me preocupan profundamente.
A menudo se nos exige pensamiento crítico, una herramienta fundamental para el desarrollo integral de cualquier persona. Sin embargo, cuando hacemos uso de él para cuestionar o reflexionar sobre lo que ocurre dentro del liceo, pa
reciera que se nos invalida, se nos silencia, por el solo hecho de ser estudiantes. Se nos exige actuar con responsabilidad, respeto y compromiso, y sobre todo, se nos pide “predicar con el ejemplo” pero, ¿se cumple realmente ese principio en todos los niveles del liceo? Siendo que las mismas personas de altos rangos que nos exigen y exigen, no son capaces de poder ultimarlo en sí mismo.
Un caso claro es el del uniforme escolar y la presentación personal. Se nos exige rigurosamente asistir con la vestimenta adecuada, pulcros e inmaculados, bajo el argumento de que representamos a una institución de alto estándar. No obstante, basta con mirar a nuestro alrededor. Las camisas se encuentran agonizantes, los zapatos lustrados y de vestir, han sido reemplazados por curiosas zapatillas, las corbatas han sufrido una muerte a todo blanco, y de afeitarse, ni hablar. Es tan simple como mirar a algunas de nuestras autoridades en el establecimiento, y notar que cumplen con los mismos criterios que nos exigen. Ver a alguien de dirección con suéter o camiseta, prendas poco formales para su “cargo”, plantea una contradicción evidente, que atenta, sobre todo, al buen ejemplo, y más allá, a las mismas reglas por las que se cuadra el establecimiento (RICE).
No se trata de criticar por criticar, sino de invitar a la reflexión: ¿Cómo se espera que los estudiantes respeten normas si quienes las imponen no las cumplen de igual manera? ¿No es parte del liderazgo educativo dar el ejemplo en todos los aspectos, incluso en la presentación personal?
La excelencia no se mide solo en resultados académicos o cumplimiento de normas externas, también se refleja en la coherencia entre el discurso y las acciones. Si realmente queremos una comunidad educativa basada en el respeto, la responsabilidad y el pensamiento crítico, es necesario que esos valores sean practicados por todos, desde el estudiante hasta el equipo directivo.
Es necesario reflexionar sobre el propósito de las acciones. Si la intención es mejorar el ambiente escolar, debería hacerse desde una base ética y formativa, no desde la simple apariencia o el intento de simpatía superficial. El respeto mutuo y la educación de calidad comienzan con el ejemplo, y ese, lamentablemente, es el aspecto que más se está descuidando.
Predicar con el ejemplo no es solo un lema: es una forma de educar.













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