Un último mensaje a los jóvenes de Loncoche

By on 9 diciembre, 2025

Por Aníbal Monsalves Matus, ex estudiante del Liceo B.P.A. H.C.

Hoy, siendo el último día de clases en mi ex liceo –e intuyo que dentro de estos días también saldrán los demás–, quería humildemente dedicar unas últimas palabras a los jóvenes de mi comuna, en vista de mi egreso de cuarto año medio, y con ello darle un cierre íntegro a esta serie de escritos que –por desgracia– me vi en necesidad de compartir a lo largo del año.

Y es a ellos a quienes he querido referirme particularmente, puesto que considero inútil hacerlo hacia otros actores como los son algunos profesores; reprocharles su cobardía, su «banalidad del mal», o contarles la historia de dos profesores que se atrevieron a ir contra la corriente y prestarnos una mano, que salieron trasquilados, pero con la dignidad propia del que defiende ideales nobles. Cómo dice una parábola bíblica: «no viertas vino nuevo en odres viejos». Y es la manera en que quiero ofrecer el consejo, haciendo alusión a algunas ideas que el filósofo alemán Friedrich Nietzsche plasmó en sus escritos, que he estudiado y reflexionado desde ya más de un año y con los cuales concuerdo casi en su totalidad.

En primer lugar, instarlos a no seguir al rebaño, a pensar por sí mismos y cuestionar todo, venga de donde venga. Para ello deberán desprenderse de ciertas lealtades. Que no sea el pensamiento del círculo –los amigos, los papás, el abuelito– el que domine sus cabezas; el Übermensch –«Superhombre» en alemán– debe ser capaz de crear sus propios valores, que podrán parecerse mucho al de otras personas o grupos, pero a ellos se debe llegar por la reflexión propia y no por el adoctrinamiento y la imposición. Es lo que llamamos «pensamiento crítico».

Aprender que a la verdad la tendrán que defender –por más raro que suene–, y que para ello deberán poseer lo que el autor nombró «voluntad de poder». No basta con quedarse en la queja. No basta quedarse encerrado en una sala leyendo libros y comentando con tus semejantes algo que no te pareció. La teoría es muy importante –al igual que acumular conocimiento–, pero no posee valor práctico si no es llevada a la acción. A las cosas se las hace mover.

En tercer puesto, no se puede liderar desde el resentimiento. La cuestión va por convicción –la de estar haciendo algo bueno–, no por intereses personales o rivalidades, y a ellas siempre las tendrán que objetar, es decir, de manera constante preguntarse: ¿estaré equivocado yo? ¿Estará el otro en la razón? Aquel ejercicio, les servirá para darse cuenta de sus errores –el camino al infierno está sembrado de buenas intenciones–, o del contrario, para afirmarse a sí mismos y fortalecer sus posturas.

Por último, hacerles saber que en el camino se llenarán de enemigos. Tendrán encima a gente vieja criticándolos y hablando mal de ustedes, y eso puede afectar si no se es lo suficientemente firme. Pero es de esperar: a nadie le gusta que le digan que está equivocado, aunque eso sea una verdad palpable. Y así fue como Nietzsche lo dijo a través de Zaratustra: las verdades calladas se vuelven venenosas. En lo personal, creo que mis palabras a muchos les envenenó la lengua y el corazón.

Todo desafío en estos tiempos se intensifica, puesto que vivimos en una «sociedad idiotizada», en palabras de Agustín Laje, “en la que se ha perdido el criterio y el sentido común”. Me basta con recordar aquella vez a inicios de junio, cuando en el contexto de un paro de profesores que achacó durante tres días a mi liceo, abro mi instagram y veo un video de la cuenta del liceo: el director interino –señor Seguel–, tapizado en jeans, promocionando dicho paro. «Este liceo está como para hacer la tésis de psicología» le comenté después a un amigo, «esto parece un episodio de South Park» me contestó él. Con ello, les digo, amigos, que la cosa se ve complicada para aquellos que pensamos, para los que no seguimos el rebaño.

Son pocos los llamados a ser Superhombres. Aún así, los sucesos ocurridos a lo largo de este año me dan esperanza y me dejan tranquilo en momentos que doy un paso al costado. Para bien o para mal, creo que a ninguna administración le había tocado tan duro con las juventudes como la presente. Dentro de lo que es Loncoche, me ha tocado conocer a distintos coetáneos de los que admiro su fortaleza, educación, decisión y altura de mira. Iniciativas como el COCEEM –confederación de centros de estudiantes de enseñanza media–, muestras de diplomacia, el habernos sentado a conversar civilizadamente con el alcalde y concejales –mientras nuestros propios profesores protestaban y vociferaban fuera de la misma sala de reuniones– es prueba de ello. Eso es algo sano, algo de lo que el pueblo debería sentirse contento. Me enorgullece pensar que, en cierta medida, mi ejemplo levantó liderazgos dormidos, y que aquellas palabras con las que finalicé mi discurso en mayo –«pensamiento crítico se nos pide, pensamiento crítico es con lo que contestamos»– sirvió para que otros pudieran tomar la posta, e incluso, más allá de los muros de mi liceo. 

Hoy, a la fecha presente, me veo por situaciones de la vida en la suspensión temporal de mi labor como dirigente, estando destinado a otros proyectos. Aún así, lo hago con satisfacción, pues sé que quedan al mando grandes líderes, que no dudo harán posible la idea de un Loncoche mejor, y muy seguramente, el de un Chile mejor.

De mi parte, ya nos veremos en unos años más, y –en palabras de un finado– recuerden que «esta es carne de estatua».

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